martes, 27 de mayo de 2008

La biblioteca de Alfonso

Hace muchos años (catorce, para ser precisos), cuando empezaba a impartir el segundo año de mi Taller de Escritura, se apuntó como alumno un periodista, Alfonso Fernández Burgos, que en aquel momento ya era el director de la revista Muface. Yo le había enviado información de los cursos, por si algún redactor o lector de su revista estuviera interesado. Y resultó que fue él mismo el que se inscribió como alumno. La revista era una revista oficial, del Ministerio de Administraciones Públicas o algo así, pero tenía una tirada de 800.000 ejemplares. Una barbaridad. A mí me pareció que alguien que dirigía una revista y que tenía bajo su batuta a un grupo de redactores, si se apuntaba como alumno al Taller de Escritura era porque definitivamente tenía muchas ganas de escribir. Y no me equivoqué. Cada semana Alfonso traía su relato recién escrito, y lo leía en alto para someterlo a la crítica feroz de todos los presentes. A veces nos traía pruebas de imprenta de artículos que escribía para otras revistas, y salía con la columna llena de anotaciones para corregir antes de que las máquinas de la imprenta se pusieran en marcha. Entre sus compañeros, ese año, estaban Javier Sagarna (actual director de la Escuela de Escritores), Magdalena Tirado (actual profesora de Novela en Fuentetaja), Inés Arias de Reyna, Carmen Cacho, Lola Escudero, Lourdes Casanova, María José Guillén Rubio, Antonio Huerta, Ana Cristina López Corral y Ana Ossenbach. Más de la mitad han terminado publicando algún libro, supongo que aquella fue una buena añada. Pero el caso de Alfonso fue especial, porque al finalizar el primer curso de Relato breve, juntó los relatos que había escrito a lo largo de los tres trimestres, y los presentó al premio Fernández Lema. Y lo ganó. El libro se publicó con el nombre “Propósito y Excusa”. El jurado justificó al premio diciendo que era asombroso el despliegue de técnicas narrativas diferentes desarrolladas a lo largo de los relatos: parecía casi como si hubiesen sido escrito por distintos autores. Y no, no hubo distintos autores; solo Alfonso, que se ciñó como alumno aplicado al programa de Relato breve de ese año, el cual proponía la escritura de un nuevo cuento cada semana desde un punto de vista diferente, o jugando con el tono narrativo, o a partir de un modelo chejoviano, o con estructura de monólogo interior, y un largo etcétera (hasta 36 sesiones en nueve meses). Al año siguiente Alfonso se inscribió en el curso de Novela, y durante nueve meses le acompañé en el viaje alucinante de construir la trama y los personajes de su novela “Al final de la mirada”, que ganó el premio Juan Pablo Forner 1998, y que se publicó en la colección Andanzas de Tusquets, junto con las de Almudena Grandes y Luis Landero. Nunca un profesor ha estado tan orgulloso de los triunfos de un alumno como lo estuve yo entonces.
Desde entonces, Alfonso es mi amigo. Ha seguido ganando premios, y publicando novelas y libros de relatos. Y desde hace cinco años imparte los cursos de Novela del Taller de Escritura de Madrid. Dice que es su modo de devolver lo que recibió en su momento, y que en realidad pagaría, en lugar de cobrar, por impartir esos cursos. También ha fundado la editorial Gens, que publica solo narrativa de alta calidad.
Ahora me acaba de enviar un correo: dice que le ha llamado el Concejal de Cultura de su pueblo, Jabugo, para comunicarle que el Ayuntamiento ha decidido ponerle su nombre a la biblioteca de su municipio. Biblioteca Alfonso Fernández Burgos. Está más contento que el espejo de Scarlett Johansson, y dice que lo próximo será una estatua ecuestre, pero que le da un poco de miedo. Yo le digo que se convierta en glorieta, y mejor aún si tiene fuente.
No sé. Todo esto me da un poco de yuyu, porque si mi amigo Alfonso se convierte en biblioteca, tiene que ser porque ya estamos viejos de cojones.

18 comentarios:

Edurne dijo...

Caramba!
Fíjate que yo recibo la revista MUFACE (Mutualidad de Funcionarios Civiles del Estado) en mi casa desde hace... más de 26 años, y resulta que sí, que ahora me suena el tipo... jejejeje!
Cómo es el mundo eh? Un pañuelo, sí (claro, evitemos eso de "lleno de mocos"... katxis, se me escapó! Sorry!)
Y qué facilidad tienen algunos para ganar premios, Jesús! Pues habrá que leer algo de Alfonso Fernández Burgos!
Muy interesante y generoso de tu parte el post dedicado a su amigo, caballero!
Gracias por la información.
Y mejor que no lo conviertan en glorieta o estatua ecuestre, que sí, que eso sí que suena a rancio, añejo y ....

Belén dijo...

Dile a tu colega que si hay estatua ecuestre, por dios, que haya lago... para tirar monedas hombre! ;)

Y no sois viejos, sois importantes :)

Besos

Mi vida en 20 kg. dijo...

Que impresionante y debe estar super feliz...
Lo que es yo me encantaria participar en uno de tus talleres, ya veremos si los kilos se acomodan y nos llevan a España.

Un saludo y mil felicitaciones.

Chiki dijo...

Jo, pues no se me ocurre nada m�s bonito que dar nombre a una biblioteca. Vamos, s� se me ocurren otras cosas pero no las hacen los alcaldes :-)

Mi suegro dice que no somos viejos, que estamos usados.

Chiki

Beatriz Montero dijo...

A mí me parece precioso eso de que pongan el nombre de Alfonso a una biblioteca.

Lo del caballo sí que suena rancio y antiguo. Además las cagadas de paloma no se limpian. Las estatuas ecuestres están bien como castigo.
Mejor una bibliteca, que está viva.

leo dijo...

Coincido con Bea: es precioso que le pongan su nombre a una biblioteca. Mira tú por lo que la gente recuerda a la estatua de Espartero...
Lo del espejo de la Johansson me ha encantado.
Felicidades a tu amigo: por el "premio" y por contar con tu amistad, Enrique.
Un abrazo.

Bibiana Fernández Simajovich dijo...

La verdad es que yo no conozco a Fdez Burgos de nada...¡Inculta, más que inculta! pero voy a entrar en "el intelne'" haber que dice.
Pero lo que yo digo es que si es para que le pongan tu nombre a una biblioteca, da gusto estar "vieja de ovarios"
Y esta historia de voluntades irrefrenables siempre me han gustado, de ti@s que mas allá de posiciones en la vida, edad o lo que venga empiezan de cero y llegan, encima llegan

Ivana Diaz Otero dijo...

La edad está en la mente, así que ¡a por esa fuente con estatua de caballo brioso en el centro del pueblo de los mejores jamones del mundo (si no me equivoco)! :-D

Anónimo dijo...

Yo le he puesto a mi salón el nombre de Enrique Páez. Queda muy chulo.

Arcángel Mirón dijo...

Qué lujo y qué grandeza, Enrique.

(Estoy leyendo a Landero, Juegos de la edad tardía; es genial también él).

Fernando Alcalá dijo...

JO, una biblioteca con tu nombre. A mí también me encantaría acabar dando clase de novela. De hecho, en el instituto aprovecho un poco para dar ciertas nociones, pero, jo. Cómo me gustaría...

hombredebarro dijo...

Qué guay cuando le hagan el carnet de la biblioteca.

Javier Puche dijo...

Una trayectoria ejemplar la de Fernández Burgos. Buscaré su obra.
Un abrazo, Enrique.

Manu Espada dijo...

Lo malo es que ahora el correo le puede llegar a la biblioteca, y no a su casa.

Enrique Nieto dijo...

Qué buena entrada, me ha gustado mucho. El que a uno le reconozcan en su pueblo es algo muy jugoso, y siendo Jabugo el pueblo pues qué decirte... doblemente.

Rara Avis dijo...

Llevo cierto tiempo buscando un curso de creación literaria, relato breve o novela en madrid y zas! te encontré... habrá sido casualidad... ¿o destino? pasaré por la pagina del taller de escritura que mencionas...

y qué más da... dijo...

¡Qué bien esas vacaciones! Te di envidia ¿no?
Es un orgullo ver cómo alguien a quien aprecias prospera en este empeño de escribir, que es, por lo general, tan desagradecido ¿verdad? A mí, que cada día me siento más lejos de prosperar y a quien el bloqueo le tiene atenazado, saber de los éxitos de otros le llena de alegría sana, de veras. Quizá es que uno vive un poco, a su manera, de la historia y la lucha de los demás, quizá es la certeza de saber que uno tiene al menos algo en común con vosotros, y es que yo también me estoy haciendo viejo de cojones...

Un fuerte abrazo,

David,

Pd: espero que esa biblioteca no cobre canon de alquiler...

y qué más da... dijo...

Menudo lapsus. Quise decir canon de préstamo, no de alquiler. ¿ves? ya casi he aceptado el cobro y lo he mercantilizado.