viernes, 11 de enero de 2008

El vestido de novia de Juliana

En el Taller de la Memoria, esta mañana Juliana me contó que se casó con Baldomero en Campo Real en abril de 1958. Como no tenían dinero ni coche, su viaje de novios fue un recorrido en una bicicleta prestada hasta la casa de su primo Julián, que vivía a 6 kilómetros del pueblo. Cuando llegaron a casa de su primo, a ella se le habían dormido las piernas y las nalgas, y su recién estrenado marido tuvo que llevarla en brazos hasta la alberca para reanimarla. Tras media hora frotándose los muslos con estropajo y piedra pómez, Juliana recobró la sensibilidad, y pudo volver a caminar.
Un potaje de legumbres regado con vino de Valdepeñas para tres fue su banquete de bodas. Nunca unos garbanzos fueron más sabrosos, ni un vino más delicado.
Juliana ya no conserva el traje de bodas, una saya blanca de algodón egipcio heredado de su abuela Casandra, porque dos años después lo utilizó su hermana Pilar para ingresar en el convento de las Damas Negras. Las dos llegaron vírgenes al altar.
El hábito nupcial, rociado con agua bendita traida desde el río Jordán por el obispo de Talavera, se conservó en alcanfor hasta que Carmen, la más pequeña de las tres hermanas nietas de Casandra, murió de tuberculosis en 1963, el mismo día y a la misma hora en que John F. Kennedy caía abatido por las balas. La mortaja de Carmen fue el hábito que usó Pilar para los votos de clausura, y que antes había sido el traje de novia de Juliana. La pequeña Carmen, la niña más hermosa de Campo Real, se llevó pegada a su piel la herencia de la abuela Casandra, y las experiencias de sus hermanas Pilar y Juliana impregnadas en el algodón de la saya blanca.

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